jueves, 30 de septiembre de 2010

Un pedazo




 D
 Un pedazo de historia: con la idea de continuarla, éste no es el primer capítulo, sólo es "uno" de tantos que me faltan escribir.


 os meses sin saber nada de nadie. Perdida en la inmensidad de un bosque. Completamente sola.
No sabía como alimentarme, como cazar o prender una fogata. Siquiera sabía defenderme de los animales salvajes que constantemente me amenazaban.
Sólo seguía caminando, con la ligera esperanza de encontrar a alguien que me ayudara, o me dijera al menos como continuar viviendo, porque sinceramente ya no veía el sentido de hacerlo.
Poco a poco fui descubriendo que el pantalón se me caía más de lo normal. Que el pulóver y lo que quedaba de campera se deslizaba por mis hombres con facilidad. Entonces, sentía la pesadez de cada paso, y los pensamientos oscuros que me atormentaban.
¿Por qué tengo que pasar por esto? ¿Por qué no puedo despertar? Si es una pesadilla. No entiendo.
En una ocasión di de frente con uno de los tantos animales que les gustaría comerme. No sentí pánico, ni se me cruzo por la cabeza correr. Lo mire a los ojos y le grite en la cara que me comiera de una vez. “Qué estas esperando!...Hacelo ahora antes que me pudra!” La bestia me miro con tal desinterés, que mi autoestima no podría haber descendido más. Un estropajo de trapos y huesos. Solo eso era. No perdió su tiempo y siguió su camino en busca de una mejor presa.
Las noches no podían ser mas oscuras, y los días mas extenuantes. A veces encontraba alguna planta con frutas de un sabor agrio o simplemente incalificable. Las raíces y hasta el pasto formaron nuevos sabores en mi boca, exquisiteces imperdibles. Intenté no perder el camino de un riachuelo. Pero no debía permanecer muy cerca, porque como descubrí pronto, los animales también se dirigían al riachuelo en busca de agua y muchos poco amistosos.
Encontré en mi viaje impuesto nuevas formas de rezar y pedir a Dios su protección de nuevos animales, dolores y pesadillas.
Conté los días, a medida que terminaban marcándolos en un árbol durante el camino. Para no perder la cordura y mantener un horizonte en frente al que aferrarme.
Los paisajes eran muy salvajes y hermosos. Los amaneceres y atardeceres competían en colores, aromas y sonidos.
De tanto caminar, llegue a una pradera y descendí sin pensarlo dos veces. Mirando a mí alrededor solo veía pasto y el bosque detrás de mí. Sentí tanto alivio que hasta corrí por unos minutos. Al llegar la noche me acobije al lado de un arbusto. Creo que a los minutos de conciliar el sueño escuche un escándalo. O al menos eso me pareció en un principio. Los sonidos que me acompañaron durante esos meses siempre eran tranquilos y pausados. Pero esa noche se transformaron en desconcierto para mí. Caballos! Rechinidos de caballos! Y ruidos de cadenas. Levante la cabeza y vi a unos diez metros de donde estaba una caravana arrastrada por dos caballos, y dos escoltas detrás. Iban a paso de hombre pero los animales se veían agotados.
Los hombres en cuestión parecían curtidos por una vida de lucha y vida salvaje. Con caras y cuerpos fornidos y morenos. Capas grises y botas largas. Espadas a cada lado de su cintura. No sabia que hacer. Si gritarles que se detuvieran o permanecer escondida y dejar que la luz de esperanza que ilumino mi corazón se apagara en su camino.
Decidí tomar coraje. No tenía nada que perder. Asique corrí desesperada con la poca fuerza que tenía. Sin aliento no podía gritarles, pero solté un gemido de frustración que llamo su atención.
Su andar se detuvo abruptamente. Y los jinetes voltearon sus caballos y desenvainaron sus espadas. Estaban listos para cualquier cosa. Pero supongo que no lo estaban para enfrentarse a mí. Simplemente se quedaron perplejos. No estaba en mi mejor día, o noche debería decir. Pero la luna dejo entrever mi silueta enfermiza y sucia.
¿Por qué correr cuando se puede caminar? Así lo hice. Me acerque lentamente. Mirándolos con atención, porque una parte de mi mente pensaba que eran ilusiones que desaparecerían en un parpadeo. Uno de ellos bajó de su caballo y se acerco a mí con precaución, espada en mano. Me preguntó quien era y que hacia ahí, sola y enferma. No encontré palabras para explicarle, que tuvieran algún sentido.
Ni yo sabía las respuestas a sus preguntas. Solo le dije mi nombre y que andaba perdida desde hacia meses. Algo desconfiados dejaron que les acompañara. Me hicieron subir delante de la carreta con uno de ellos mientras me vigilaban de cada lado. Sin darme cuenta caí dormida.
Desperté de un sobresalto. La carreta recorría un camino empedrado surcado por árboles medianos. A lo lejos se veían chimeneas encendidas en una mañana gris.
Me restregué los ojos y mire a mis acompañantes. Los tres me devolvieron la mirada cansada y aun desconfiada. “Al llegar podrás buscar algún conocido con quien quedarte y que cuide de vos” me dijo el mismo hombre que se dirigió a mi en la noche.
Lo mire por un instante y acentí con la cabeza. No valía la pena decirle que no tenía a nadie. Ellos no querían saber mas nada de mí y de cualquier forma me ayudaron suficiente, teniendo en cuenta lo extraña que me veía.
Nos recibieron tres guardias en la entrada de la villa. Preguntaron quienes éramos y a la contestación “de comerciantes” nos dejaron pasar. Enseguida nos detuvimos detrás de una tienda de pan y frutas. Mi cara debió dar tanta lástima cuando vi la comida, que uno de ellos saco una manzana de su bolsa y me la tendió. Le agradecí y me baje de la carreta. Ellos siguieron hasta perderse en unas calles mas adelante.
Decir que no sabia que hacer seria poco. Estaba aterrorizada y hambrienta. La manzana avivo mi estomago adormecido y los dolores renacieron. Las personas hacían sus cosas. Apenas se fijaban en mí, pero cuando lo hacían se alejaban rápido, con temor a que les hiciera algo, supongo.
Me acerque a una tienda de comestibles y le pedí trabajo al que parecía el dueño. Por poco me tira por la cabeza una silla. Que quería que hiciera, si no tenia nada de nada, con que ropa me iba a vestir para que le gustara más, o como querría que me viera si no tenia nada!
Fue tanta la frustración que sentía y la humillación que me hizo pasar con sus gritos de “mocosa sucia y ladrona!” y otros tantos de “lárgate de mi respetado negocio! Sinvergüenza!” que caminé ofuscada por unos minutos sin rumbo.
Pase el resto del día recorriendo la villa. No era muy grande ni muy chica. La población parecía estar conformada por diferentes clases sociales. Igual que de donde vengo. Pero al mismo tiempo todo tan distinto, desde la vestimenta hasta pequeños detalles como el caminar y hablar.
Pare en un pequeño callejón. Me senté en el suelo, entre las sombras y espere la noche. Al día siguiente tal vez se me ocurriría que hacer para conseguir comida o trabajo. Robar es lo último en que pensé. No contaba con mucha fuerza para la maratón, en caso que me descubrieran, lo que era probablemente seguro.
Caí dormida entre sueños inquietos. Uno particularmente feo me despertó. Tenia frío y me dolía todo el cuerpo. Unas personas pasaron cerca del callejón. Creo que estaban borrachos.
De pronto una niña gritó. Y  me levante del suelo asustada. Se metieron en el callejón. Un hombre forcejeando con la niña. No debía pasar de 12 años. Ninguno de los dos me vio así que me mantuve entre las sombras. El sujeto era bastante corpulento. Busque a mi alrededor  algún objeto para golpearlo pero no encontré nada útil.
Seguían forcejeando. El sujeto la tocaba por arriba de la ropa y me enfurecí tanto que me arroje a su espalda sin pensarlo. Intente estrangularlo con un brazo mientras soltaba a la niña. Caímos al piso los tres. Me levante de un salto y comencé a patearlo en el estomago y sin querer realmente le golpeé en la entrepierna.
Mientras el hombre permanecía en el suelo retorciéndose de dolor, tome de la mano a la niña y salimos corriendo. Avanzamos tres cuadras sin mirar atrás. Doblamos a la izquierda y seguimos corriendo unos metros.
“Gracias por salvarme, ese hombre me estuvo siguiendo desde que salí del mercado” _me dijo la niña. No quería dejarla ahí sola, por lo que la acompañe hasta su casa. Caminamos en silencio tres cuadras más. Me asombre al ver donde vivía. Era una de las casas más pintorescas de la villa. Sin duda de gente adinerada. Salió a recibirnos una chica no mayor que la primera. Estaba preocupada por la tardanza de la niña y se asusto al verme con ella. Gritó algo inentendible y corrió dentro de la casa con la niña a rastras. Me quede parada unos segundos sin saber que hacer. Cuando pensaba dar media vuelta y salir de ahí, apareció por la puerta un hombre blandiendo una espada.
Al verme todavía parada frente a la casa, se acerco con cautela pero amenazante. “Lárguese inmediatamente de mi casa”. Lo mire a los ojos con desinterés. Empezaba a acostumbrarme a ese trato. Di media vuelta y me aleje lentamente.
Escuche que la niña salió detrás del hombre, aparentemente su padre, y le dijo lo que pasó. Pero no me detuve ni mire hacia atrás.
Encontré cobijo en otro callejón mal iluminado y no supe mas nada del mundo hasta la mañana siguiente.



Un fragmento de poesía que escribí en el 2006, super vieja jejeje. Pero me gusta mucho, asi me sentia todos los dias levantandome a las 6 de la mañana para ir a clases :S

De Lunes a Viernes

Ayer me desperté, pensando que mañana,
me harían falta veinte sueños,
para levantarme de la cama.
Comienzo la rutina, monótona de siempre,
me baño, me visto, y me lavo los dientes.

El colectivo tardará lo que tarda una tortuga,
hace frío y mis dedos no se mueven con soltura.
Un año después, arribo a mi destino,
pensando que talvez no hace tanto frío,
camino ligerito, no sea cosa que me alcance
ese vientito helado que me da tantos calambres.

La mañana, comienza lentamente,
y el sol asoma medio apenado
un rallito calentito completamente.

Nació un dibujante

Hola! un pequeño texto que escribí hace tiempo para Club del Dibujo
 Ojalá les guste, como siempre se aceptan críticas, comentarios, regalitos, más lineas, etc.
Nació un dibujante

Desperté de un sobresalto, aunque sentía la familiaridad del encuentro.
Las manos tibias, una caricia, un rayito de luz, una cosquilla. Hacen que reconozca sensaciones que nunca desaparecerán.
Entonces me muevo, sin destino ni finalidad, sólo quiero sentir y descubrir ese horizonte infinito de posibilidades.
Después del tercer paso, creo saber cómo funciona esta maquinaria aparentemente extraña. Pero siempre me sorprendo al mirar de reojo, al ver sombras que desaparecen si les presto atención, rompiendo los esquemas que tenía formados de mi entorno, volviendo a empezar.
No sabía que en ocasiones estas sensaciones podían transformarse y alejarse de mi, llevándose pedacitos de carne y pensamientos. Síntomas de una enfermedad que cuesta comprender y estudiar.
Deseo contagiarme más, y contagiar a otros.
Lucho contra cualquier criatura que intente apartarme de mi naturaleza. No quiero perder la humanidad tan bella que recibí y pude reconocer, porque ya la conocía, lo sentí desde el primer momento.
Nací dibujante.
El movimiento es un dibujo. Al caminar, bailar, escribir, dibujamos líneas, contornos, puntos, paisajes, cada uno de ellos con su color. Nos representan. Forjan nuestra esencia, porque el dibujo nos acompaña toda la vida, evoluciona con nosotros, madura, juega, experimenta, busca, cuenta, todo eso y más.
No dejarás de dibujar nunca.

La Sentencia de Wu Ch'eng

 Como trabajo del curso Introducción a la lectura y la escritura de narraciones ficcionales de Educ.ar realicé la reescritura del siguiente cuento, ojala les guste. Lo mío está en azul.

La Sentencia  de Wu Ch'eng.. Reescritura de parte del cuento.


Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.
Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y le ordenó permanecer a su lado durante el resto del día sin ninguna explicación.
Al ocultarse el sol, gritos de guerra invadieron el palacio. El emperador sorprendido miro desde una ventana el contingente mongol destruyendo y asesinando todo a su paso. Mirando sorprendido al ministro, con aquella mirada que se asemeja a la de un anciano en su lecho de muerte, preguntándose si las cosas no hubieran podido suceder de otra manera. Y como un rayo rasgando el aire la flecha bélica encontró su destino.

---Fin---